Las últimas dos semanas he viajado por varias ciudades del litoral peruano. Chimbote, Barranca, Supe, Paita, Sechura, Piura, Malabrigo: no me ha gustado lo que vi. Tengo una mezcla de sensaciones iniciales donde no cabe la alegría, ni el optimismo, ni la esperanza: tengo pena. Pena y tristeza que ni siquiera me dan para la indignación y la rabia. Son sensaciones iniciales, claro. Después vendrá la fuerza, la capacidad de reacción.

Este es mi primer reflejo.

¿Qué pasó?

¿Dónde está el progreso cacareado?

¿Dónde el crecimiento?

¿Por qué sigue habiendo tanta basura?

¿Por qué parece que se ha retrocedido?

¿Dónde se escondieron las mejores condiciones para la calidad de vida?

¿Dónde está el matamoscas, el trapito para limpiar la mesa, la escoba?

¿A qué hora pasa el camión de la basura?

¿Dónde está el policía honesto, los funcionarios de la municipalidad para poner orden?

¿Dónde están los tarros de pintura?

¿Dónde está el Estado con su descentralización, sus gobiernos regionales y sus gobiernos locales?

¿Dónde está la sociedad civil dinámica, fuerte, pujante?

¿Dónde están las empresas propositoras, el mercado generador de energía vital, la responsabilidad social?

¿Dónde están los líderes locales?

¿Los jóvenes?

¿Las madres?

¿Las iglesias?

¿El dinero de nuestros impuestos?

¿Dónde están nuestras ganas de vivir mejor?

¿Dónde está nuestra dignidad?