#ElPerúQueQueremos

El trapito, el matamoscas, la escoba y un trompito

Publicado: 2010-02-25

Es domingo 8:30 p.m., he llegado a Sechura y busco el hotel que me sugirió el funcionario de la empresa que contrata mis servicios. Me dicen que no hay más espacio que el hotel está lleno. Pongo cara de ahora que hago y la jovencita que atiende se apiada después de unos minutos. Déjeme ver si en el otro hotel hay. Su familia tiene un segundo hotel más grande, donde quizás haya cuartos libres.

- Tienes suerte - me dice - un cuarto se acaba de desocupar.

Conversa con un adolescente acerca de la cena. Si es que hay dinero en caja, que no ha comido, que tiene hambre, que un ratito, que si a ver que con el dinero que pague yo les dan para la comida.

El nuevo hotel está bastante descuidado. Como el primero. No se ve limpio. Bueno, es lo que hay. Hago el trato con un adolescente.

- Son treinta soles, el cuarto está al fondo, al final del pasadizo y a la mano derecha. Camine nomás.

- Perfecto.

El cuarto está abierto. Una tele, la cama con esos cobertores con bastante sintético. Lo levanto porque siempre sospecho que esos cubrecamas no se lavan tan seguido como las sábanas. No hay doble sábana, sólo la que cubre el colchón. No me importa, en verano en Lima siempre duermo sin taparme. Así que en Piura ¿quién necesita la sábana superior? Hay un ventilador desenchufado montado sobre una silla. Dejo mi mochila y trato de ver donde lo enchufo. Coloco el ventilador frente a mi espacio en la cama. Veo zancudos así que tengo la ilusión que el viento agreste del ventilador sea como un huracán para esos bichos.

Voy al baño para lavarme manos, la cara, meterme una ducha. En Piura te provoca echarte una ducha a cada rato. Y yo vengo viajando desde las 2 de la tarde. Taxi, aeropuerto, avión, taxi del aeropuerto al paradero, Piura - Sechura, mototaxi al hotel.

Abro el caño, no hay agua. Me bajoneo. Lo que he podido ver de Sechura hasta este momento me habla de un pueblo con malas condiciones de infraestructura.

Pienso: ¿Por qué no hay agua?

Mi mente recorre opciones:

a. No hay agua en todo Sechura.

b. No hay agua en el hotel (se malogró la bomba, por ejemplo).

c. No hay agua en este cuarto en específico (el único cuarto libre en los hoteles cercanos a la plaza).

Sería terrible no contar con agua hoy y mañana. Ordeno mis ideas, recupero fuerzas: estoy aquí porque quiero ver que está pasando en esta ciudad. He podido dormir en Piura en una cama cómoda, en un hotel con aire acondicionado. Pero ¿de qué hablaría si no siento que pasa en Sechura?

Sonrío. Me gusta mi chamba. Y estoy chambeando.

Salgo del cuarto para hablar con el chico que atiende y dispuesto a dar una vuelta por el pueblo. Tengo hambre además. En el camino observo un tanque de agua abierto, la tapa del tanque a un costado y un balde rojo. Si hay agua en el hotel pero puede que la bomba no esté funcionando - pienso -.

Veo al chico en el mostrador. Hay varios huéspedes en la sala de espera. Todos con calor. Sentados en los sofás.

- Hola, en mi cuarto no hay agua - le digo.

- Que raro - me contesta -.

- ¿Hay agua en el hotel?

- Sí hay agua. ¿Va a salir?

- Sí - respondo -. ¿Puedes chequear?

- Sí, vamos a ver que pasa.

Y me fui a caminar.

Recorro algunas cabinas de internet, en todas me dicen que no hay computadoras disponibles. Me alegro por los negocios. Sin embargo, en todas veo máquinas que no estan en uso. Pregunto, responden: están malogradas.

Antes de regresar al cuarto del hotel paso por varios restaurantes para ver si alguno me convence. Es domingo por la noche. Los domingos y los lunes, no siempre hay buen abastecimiento en los negocios de comida. Sospecho de las condiciones higiénicas. No parece haber buen sistema de refrigeración y el calor hace que todo se pudra rápido. Hay muchas moscas en los locales. No veo a nadie con matamoscas. Ni con un trapo para limpiar las mesas. Compro agua y productos sellados. Mejor. No quiero tener problemas con mi estómago.

Hay zancudos en las calles. Me han picado en este trayecto. No se si en las cabinas o en los restaurantes o si sentado en la plaza o caminando. Pienso en el dengue. Esta no parece ser una ciudad especialmente preocupada por el riesgo del dengue. Debería serlo. Pienso en el cólera. Hace años, durante el primer gobierno de Fujimori, a principios de los noventas, hubo una terrible epidemia de cólera en el país. Se generó en uno de los puertos del Perú, Chancay. El cólera mató a muchas personas. Producía una diarrea interminable que debilitaba a las personas hasta su muerte. Se generó la epidemia por las pésimas condiciones higiénicas de las ciudades de la costa peruana. ¿Ha cambiado mucho la situación? No lo se. Pero pienso en eso. Me entristece pensar todo esto que estoy pensando. ¿Por qué casi veinte años después tendría que estar pensando en eso? No hemos aprendido la lección. A pesar de las inversiones, a pesar del crecimiento económico del país, no siento que este se haya trasladado en una vida más saludable y con menos riesgos elementales.

Vuelvo al hotel, vuelvo a mi cuarto.

No he podido confirmar si todo está correcto para mañana. No me he podido conectar al internet. No he cenado, bueno, he comido una de esas bolsas de papas, tortees y chizitos y una gaseosa.

- ¿Se pudo arreglar el problema del agua? - le pregunto al muchacho.

- Sí, sólo tiene que abrir la llave del agua, está debajo del lavatorio - me contesta -.

Pongo cara de extrañeza.

- Es que gotea la ducha y cerramos la llave para que no se pierda agua.

- Ah! - le digo - ¿Y por qué no la arreglan?

- Es que es domingo. Ya mañana llamamos al gasfitero.

- Un favor, cuando acabe cierra la llave - me pide.

- No te preocupes - le digo. Claro que sí.

Sonrío.

No me creo el cuento de mañana.

Menos cuando vuelvo a entrar al cuarto. Abro la llave, efectivamente se oye un chorrito cayendo de la ducha. Me quito la ropa, entro. La diferencia entre el chorrito con el caño cerrado y con el caño abierto es mínima. La ducha es un tubo de plástico.

Estoy en uno de los hoteles de mayor tradición de Sechura. Está repleto. Sechura está repleta de gente. Hay un proyecto gigantesco que se llama Bayóvar. Cientos de nuevos puestos de trabajo. Muchas empresas contratistas. Mucha gente que va y viene. Muchas oportunidades de negocio, de inversiones, de progreso económico para quien decida aprovecharlas. Todo está lleno, saturado de consumidores. La nueva demanda sobrepasa la oferta.

Pienso en el Estado. Pienso en el gobierno regional, en el gobierno local. Pienso en la gente que se ocupa de planificar en estas empresas las condiciones de vida de sus trabajadores y de sus contratistas. Pienso en la gente que se llena la boca con palabras como responsabilidad social. Pienso en los empresarios de este pueblo. En los responsables de su sistema de salud. En la dueña del hotel. En el gasfitero. En alguna mamá preocupada por el futuro de sus niños. En los papás. En los maestros de escuela.

Pienso en quién debe tomar la iniciativa.


Escrito por

Juan Infante

Sociólogo. Experto en temas de desarrollo económico y solución de conflictos. Consultor de empresas. Formador de empresarios.


Publicado en

2032

500 años después del encuentro entre los ejércitos de Atahualpa y Pizarro. Motivo más que suficiente para que todos nuestros traumas estén superados. Terminemos de construir nuestro país. Nos quedan 23 años.