Si yo fuera campesino
Si yo fuera campesino haría en febrero un paro agrario. Recorrería los pueblos y caseríos serranos convocando a mis colegas. Sería, con orgullo y con pasión, un agitador social. No tomaría carreteras, no es necesario. No pondría piedras en el camino. Pararía sentado con mi gente en las plazas. También pararía los mercados, no vendería lo que produzco. Pararía una semana entera.
Pararía. No tengo vergüenza de decirlo. Parar es un derecho como garantizar el progreso de mi familia es un deber. Pararía para conversar con los míos. Para reflexionar con ellos acerca de nuestro presente y nuestro futuro. Pararía para que conversemos sobre lo que tenemos que hacer para progresar y lo que tenemos que demandar de nuestro Estado.
Pararía para pedir a cada uno de los candidatos a la presidencia su respuesta a esta pregunta ¿Qué van a hacer para promover el desarrollo de la familia campesina? Esperaría las respuestas y luego convocaría a los candidatos a exponerlas en una explanada grande rodeada de mis Apus. Y al más convincente le daremos nuestro voto, una vez que firme sus compromisos con nosotros.
No hay agenda campesina hace varias décadas. La democracia ha sido ingrata con el campesinado. Quizás sea porque los afectados por la reforma agraria, sintiéndose víctimas de un despojo, siguen actuando con rabia encubierta. Ellos están en los ministerios y en los medios de comunicación. O tal vez sea porque desde que volvió la gran inversión minera, toda la agenda campesina tontamente se mineralizó. O simplemente, porque los campesinos perdieron fuerza organizativa. Como fuere, hay un abandono injusto y tonto del campo.
Es tonto para una sociedad mantener a un tercio de su población marginada de las oportunidades de desarrollo. El campesino no tiene acceso al crédito, no tiene un buen sistema de comercialización, no puede sacar con facilidad sus mejores productos a los mercados más sofisticados, y tampoco accede al conocimiento, la tecnología, ni a maquinaria.
Es tonto también que haya tanta presencia de alcohol en el mundo campesino. En muchos pueblos, el alcoholismo es el primer problema social y el primer problema de salud pública; sin embargo, revisemos qué se está haciendo en el ministerio de salud al respecto, cuántas tesis se escriben en las universidades, el alcoholismo rural, debe ser un tema de agenda de gobierno.
La migración ha debilitado los pueblos. Han salido los más audaces, los más impacientes, los más jóvenes. En muchas zonas, el campo se ha despoblado y los ancianos y ancianas andan abandonados. El aparato público en las provincias rurales está muy poblado de una burocracia que no sabe qué hacer (o no quiere) para apoyar a las poblaciones en las cuales trabajan. Policías, doctores, enfermeros, jueces, fiscales, nadie parece tener ganas de hacer bien las cosas. En mi experiencia, sólo el maestro pasa la prueba.
Repito, si yo fuese campesino pararía una semana entera de febrero y, sabes, te pediría ayuda. Los campesinos no podemos solos. Dame las herramientas para trabajar por mi progreso. Huelga tu también, para conmigo.
Publicado en diario16 el sábado 15 de enero 2010