El adiós de Doe Run es la noticia más importante del siglo en términos ambientales. Y sospecho y, sobre todo, espero que marque el fin de una era. A partir de hoy en adelante, deberíamos decir no a lo que es anómalo, absurdo, indigno y exigir que nuestro Estado tome acciones decisivas y definitorias para resolver los problemas graves.

¡El cierre de Doe Run merece una ovación de pie para la Junta de Acreedores de Doe Run! Y yo aplaudo largamente a quienes hayan tenido el mérito y la valentía. Esta es una noticia que no debe pasar desapercibida y, más bien, debe ameritar largas reflexiones y hasta la salida de un carnaval festivo.

Mi primera pregunta para abonar en la reflexión es: ¿La liquidación de Doe Run es un logro de los líderes ambientalistas y/o de los líderes antimineros? Me parece que no, por lo menos, que no tanto. No he sentido, en los últimos tiempos, que los que ejercen el liderazgo de lo que se llama la corriente ambientalista hayan puesto sus energías en Doe Run.

Tampoco los antimineros. Ellos parecen más concentrados en impedir lo nuevo que en corregir o frenar lo que evidentemente está mal. Tampoco creo que haya sido un logro de la minería moderna. Que ha concentrado sus baterías en la minería ilegal más que en las malas prácticas de las mineras legales. Desafiliaron a Doe Run, ¿pero la combatieron enérgica, sostenida y públicamente? Si la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo quiere ganar la confianza de los peruanos, deben ser los primeros en conminar al Estado a cerrar las minas formales con evidentes prácticas nocivas al medio ambiente.

Creo que todos debemos revisar prioridades y conducta. La Oroya ha sido durante un siglo el monumento de nuestra indiferencia hacia el tema ambiental. Y cuando digo La Oroya, pienso también en el valle del Mantaro, una de las principales fuentes de alimento a Lima. Y en su enorme, hermoso y contaminadísimo río Mantaro.

Alguna vez, hace unos quince años, caminé desde la pista cruzando los pastos hasta sus orillas. La vida es verde hasta llegar a doscientos metros del río muerto. Aguas sin vida y hasta las piedras parecen más muertas que nunca. Sé que el país está caliente, pero esta noticia es para saltar de alegría y andar felicitando-felicitando a quienes estén envueltos en esta decisión. El paso siguiente es lograr que parte de las regalías mineras vayan a un fondo de magnitud considerable para la recuperación del río Mantaro.

Así esta tarea demore 25 años, es algo que se tiene que comenzar ya. ¿Pueden mineros y ambientalistas, mineros y antimineros, mineros y campesinos ir juntos a Palacio de Gobierno para pedirle al presidente Ollanta Humala acción en este tema? Es necesario habilitar un fondo para la recuperación del río Mantaro. Y ese fondo puede nutrirse de un porcentaje de lo que el Estado recibe de las regalías mineras.

Vendrá otro operador a La Oroya, pero el problema ambiental es un problema que debemos asumir nosotros los peruanos.