Hace más de 20 siglos se inventó el primer sistema de calefacción. Ya antes, desde la invención del fuego, el ser humano prendía fogatas para calentarse. 

Por eso no entiendo por qué seguimos pensando que la solución para el frío alto andino es la piadosa recolección anual de frazadas, casacas y chompas. Pasan los años y todo sigue igual: los niños, ancianos y adultos se mueren de frío, sus animalitos también, en masa, descapitalizando a las familias.

Todo esto se repite año a año y en ninguna parte del país se hace un movimiento contundente para enfrentar el problema del frío en las zonas alto andinas.

Yo pienso que si queremos reducir el riesgo de muerte de nuestros hermanos y sus animalitos la solución definitiva es dotar a los hogares y establos de sistemas de calefacción y de la energía necesaria para que estos se activen.

Más que regalar las chompas y frazadas viejas o baratas y escandalizarnos reiterativamente cada año, deberíamos exigir que nuestras universidades diseñen sistemas de calefacción apropiados para las casas, las escuelas, los mercados, los centros de salud, los municipios y los establos de las zonas altas del país.

Y si es necesario, porque así como están concebidos no funcionan, que propongan rediseños de las casas y los establos. ¿No es esta una tarea noble a la que deberían estar abocadas las facultades de arquitectura e ingeniería civil?

Esas facultades existen en todo el Perú y no solo en Lima, pero no sé para qué sirven si no atienden los problemas de la gente ¿En qué cosas más importantes estarán pensando los profesores y alumnos de las escuelas de diseño industrial, arquitectura, ingeniería, que siguen pasando los años y nunca tienen tiempo para elaborar prototipos y lanzarse a buscar industrializarlos y distribuirlos comercialmente?

Me pueden decir que ya lo hicieron que está el diseño pero que el problema es que nadie quiere industrializar los prototipos y las soluciones porque sospechan que nadie los comprará para comercializarlos. Y esto tiene lógica porque el cliente final, ese compatriota de las alturas es el más pobre y el de menos capacidad adquisitiva del país. Ningún empresario quiere industrializar un producto que no va a poder vender.

Pero eso siendo cierto, es también mentira. Porque si nuestros hermanos alto andinos no tienen el dinero, sí lo tienen sus gobiernos locales y regionales gracias al canon. Y sí lo tienen también las empresas mineras qué ante la necedad de los gobiernos locales y regionales debieron hace tiempo haber invertido en desarrollar algunos poblados “libres de frío”. Pero no, eso no pasa.

La calefacción ayuda no solo para evitar el riesgo de muerte sino por sobre todas las cosas para que las personas vivan mejor. Y las personas que viven sobre los tres mil metros sobre el nivel del mar, merecen pasar sus noches y las primeras horas de la mañana sin frío ¿No creen?

Hace un año fui por diez días a una de las ciudades más ricas del Perú. Queda a casi cuatro mil metros de altura. La plata por el canon minero se chorrea de sus cuentas bancarias. Hace mucho frío pero no hay calefacción en ningún lado fuera del campamento minero.

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Publicado el 2 de setiembre en Diario16